Hollywood Boulevard

Y finalmente el día tan esperado (al menos para mí) llego… estaba rumbo a Los Angeles!!! La capital del entretenimiento, la meca del cine, donde el glamour se mezcla con el arte, un lugar al que siempre quise ir.

Era domingo y gracias a Dios el tránsito era moderado. La primer parada del día fue en el parque de diversiones “Six Flags”, ahí dejamos a todos, quedamos solo Mechi y yo listas para recorrer la ciudad a nuestra manera…

El plan para ese día era visitar los Estudios Warner, pero nada salió cómo esperábamos. Después de dejar a los chicos manejamos 40 minutos hasta Burbank, el barrio en el cuál están todos los estudios de cine y TV. Nos costó bastante llegar al destino ya que no sabíamos bien las calles ni cómo buscarlo en el GPS. Por suerte un amable policía nos indicó el camino. Debo admitir que a pesar de haber planificado el viaje con bastante precisión dejé escapar un gran detalle, estaba absolutamente convencida de que teníamos entradas para el tour del domingo, pero los domingos no hay tours… había reservado para el lunes!!! Así que ahí estábamos, sin planes para el día, en el medio de Los Angeles.

Paseo de la fama

A los demás chicos Los Angeles no les interesaba mucho pero nosotras somos dos fanáticas del cine y la TV por lo que decidimos irnos a recorrer tranquilas Hollywood y dedicarnos ese día a disfrutar de lo nuestro.

20 minutos más tarde entre gritos de emoción llegábamos a Hollywood Boulevard o la calle de las estrellas. Estacionamos el auto, pagamos el parquímetro por dos horas (el máximo permitido) y nos fuimos a caminar.

Para cualquier amante del cine, la TV y el teatro caminar por ahí es un sueño, el paseo de la fama se extiende a lo largo de 18 cuadras, las cuales caminamos mirando las estrellas sin prestar demasiada atención a lo que pasaba a nuestro alrededor. Desde Marylin Monroe pasando por Lasie, Alfred Hitchcock, Hugh Hefner, Bob Marley, Los Beatles y hasta Julio Iglesias!!! Todas las personalidades más destacadas tienen una estrella que les corresponde.


Teatro Kodak

Sobre el boulevard están algunos de los edificios más famosos de Los Angeles cómo el Cine “El Capitán”, el Teatro Chino y el Teatro Kodak. En el teatro Chino pudimos ver las huellas de los famosos, sus manos y pies impresos en el cemento junto con su firma, es emocionante saber que en ese mismo lugar estuvieron esas personas dejando su marca para siempre por lo que no podíamos dejar de sacarnos fotos, aunque obviamos la visita guiada por el interior (a veces hay que economizar tiempo y ahorrar dinero).

Otra atracción del lugar son los cientos de personajes que circulan por ahí, imitadores de famosos que en algunos casos se parecen y en otros dejan muchísimo que desear. Sería muy divertido sacarse fotos con todos, pero hay que tener en cuenta que cobran U$S 1 por persona asique nosotras elegimos al bizarro imitador de Elvis y nos quedamos con ese ameno recuerdo.


Teatro Chino

De repente nos dimos cuenta que el tiempo había pasado volando y se terminaba el parquímetro por lo que nos compramos un helado y fuimos a buscar el auto para dejarlo en otro lugar y poder seguir recorriendo. Esta vez estacionamos en la cochera del Teatro Kodak ya que haciendo una visita guiada a alguna de las atracciones de la zona tenés 4 horas de estacionamiento por tan sólo U$S 2.

Recorrimos las galerías del teatro mirando las lujosas y carísimas vidrieras pero sin acceder al interior, nos perdimos la visita al escenario de los Oscar y los Emmy pero otra vez nos ahorramos una entrada mientras caminábamos al Museo de Cera de Maddam Tussauds que queda justo en la misma cuadra.

El museo es increíble, las estatuas son sumamente realistas y parece que se tuviera a los famosos justo al lado. Se les permite a los visitantes tocar a los personajes y sacarse fotos con ellos, hay algunos, como Steven Spielberg, que dan impresión de lo iguales que son, y hay otros como Brad Pitt que dejan mucho que desear. La entrada por suerte no nos salió cara U$S 18 ya que aceptaron nuestros carnets de estudiantes y nos hicieron un descuento.


Museo de Cera de Maddam Tussauds

Del museo nos fuimos derecho a buscar el auto, pagamos el ticket y cuando llegamos a las escaleras mecánicas nos dimos cuenta de un pequeño detalle, emocionadas por seguir recorriendo Hollywod nunca nos fijamos en que piso y en que fila lo habíamos estacionado. Debido a esto estuvimos aproximadamente media hora recorriendo el segundo y tercer nivel (sabíamos que era uno de esos dos) con la llave en alto intentando escuchar el pequeño pitido de la alarma al desactivarse.

Del Paseo de la Fama fuimos a buscar algún hotel, entramos a dos o tres, pedimos presupuesto y seguimos paseando. Eran ya las 3 de la tarde y sabíamos que los chicos iban a llamar en cualquier momento para que fuéramos a buscarlos así que cómo estábamos cerca de Beverly Hills hacia allí nos dirigimos.


Beverly Hills

Bajamos por Sunset Boulevard y ahí estaba el gran cartel que te da la bienvenida al barrio. Por decisión unánime el primer lugar a visitar sería Rodeo Drive, pero estábamos llegando a la esquina cuando sonó el celular, había que volver a Six Flags. Pasamos con el auto por la calle de los sueños y pegamos la vuelta, 40 minutos después llegábamos al Carl’s Junior (fast food) que está enfrente de Magic Mountain para encontrarnos con todos.

De ahí manejamos cómo 1 hora hacia Hollywood ya que el hotel elegido quedaba a solo 1 cuadra del Paseo de la Fama. Después de dos noches durmiendo en el auto y un día entero paseando estábamos todos más que cansados por lo que esa noche nos bañamos y nos fuimos a dormir temprano para recuperar un poco de energía, el día siguiente prometía ser emocionante.





El mar en Monterrey

Por primera vez desde que comenzó el viaje nos permitimos dormir un poco más, igualmente a las 9 estábamos todos arriba para hacer el check out y desayunar… una comida gratis nunca se saltea. Antes de seguir viaje dimos una última vuelta por Santa Cruz, que seguía sin ofrecer demasiado.

Volvimos a tomar la High Road 1 rumbo a la próxima parada, Monterrey. No tardamos demasiado en llegar, eran aproximadamente 70 kilómetros (o 43 millas), los cuales recorrimos en una hora y algo más.

Los planes para el día no eran muchos, playa, playa y playa. Al entrar dimos una vuelta por el Pier en donde se encuentra el “Acuario de Monterrey”, conocido por ser uno de los mejores del mundo. Esta parte es bastante pintoresca con puentes que cruzan la calle, estructuras de madera y bastantes negocios; parecido a San Francisco pero con un aspecto más pueblerino.


Monterrey

Llegamos a la playa a eso de las 11 de la mañana y pasamos todo el día ahí, descansando bajo el sol. El agua del pacífico es demasiado fría como para bañarse y más teniendo en cuenta que era principios de primavera, pero el clima era lo suficientemente bueno como para estar tirados en la arena.

Al atardecer decidimos seguir viaje hasta Santa Bárbara para amanecer allá, Monterrey es súper pintoresco pero tiene un clima totalmente familiar, y no es lo que buscábamos para un viernes a la noche. Antes de irnos dimos una vuelta por el downtown, un lugar más que tranquilo con pequeños negocios y casas antiguas a lo largo de un boulevard.

Paramos en un mini-mercado en busca de un baño sin saber que allí íbamos a vivir una de las situaciones más insólitas del viaje. Estábamos todos en los autos listos para partir excepto Majo que se había quedado hablando con un homeless del lugar; no entendíamos bien que hacía ahí y mucho menos porque ese hombre le estaba ofreciendo plata. Resulta que el objetivo del señor era conseguir unas monedas pero cuando Majo le explicó que éramos latinos, estudiantes y viajábamos con poco dinero a él le terminó dando lástima y le ofreció 4 dólares para que coma algo.

Atardecer en El Carmel

Antes de tomar la ruta recorrimos unos 10 kilómetros para tomar un helado en El Carmel, un pueblo más chico que Monterrey y súper exclusivo en donde veranea gente de muy alto poder adquisitivo. El downtown parecía muy tranquilo, con locales de ropa y pequeños cafés y restaurantes. Por suerte logramos ver el atardecer en la playa antes de partir.

Llegamos a Santa Bárbara a eso de las 11 de la noche, estábamos muy cansados y a pesar de que el centro estaba lleno gente que intentaba entrar a los bares y boliches nosotros decidimos buscar un hotel, dormir y arrancar con pilas al otro día. Pero hubo una pequeña cosa que falló, llegamos al lugar una noche de viernes, en medio del spring break y el comienzo del fin de semana por lo que no pudimos encontrar hotel en ningún lado, o al menos uno que nos cobrara menos de 150 dólares la noche. Teniendo en cuenta nuestro cansancio y que Santa Bárbara es un lugar muy tranquilo decidimos dormir en los autos, así que estacionamos en una calle oscura dentro de una zona residencial y cerramos los ojos.

Costanera de Santa Bárbara

El sol nos despertó bien temprano, a eso de las 7 de la mañana por lo que nos fuimos a desayunar a “Jack in the Box” (fast food) en donde aprovechamos a usar el baño. Cómo en ese lugar no había Internet nos fuimos hasta un McDonals más alejado con la esperanza de encontrar hotel para la noche que se venía. Sin mucha suerte, cuando eran cerca de las 10 de la mañana partimos a la playa.

Pasamos el día jugando al vóley, tomando sol y caminando por la orilla, éramos 11 personas ya que al grupo se sumó Naty, una de las argentinas de South Lake Tahoe que estaba visitando al primo en la ciudad. Al mediodía, con la escusa de alejarnos del sol un rato, fuimos al supermercado a comprar comida y dimos una vueltita por el centro. Santa Bárbara es hermosa, hay varias casas de veraneo ya que está muy cerca de Los Angeles (2 horas en auto aproximadamente), mucho lujo y hoteles bastante caros. El centro es grande y la oferta de actividades alrededor de la playa es variada.

Centro de Santa Bárabara

Ya al atardecer nos dedicamos a hacer un poco de centro, nos separamos en grupos y fuimos de shopping mientras esperábamos que se hicieran las 8 para despedirnos del primer miembro del grupo que abandonaba el viaje. A esa hora nos dirigimos a la estación de tren en donde despedimos al Barto que volvía a South Lake Tahoe a buscar sus bolsos para regresar a Argentina.

Era tarde, nuevamente no teníamos hotel y estábamos en el dilema de quedarnos una noche más y partir a Los Angeles en la mañana o viajar a esa hora. Ganó la primer opción y decidimos que los autos harían de habitación una vez más. Encontramos abierto un Carl’s Jr (fast food) y cenamos ahí. Ya era la segunda noche sin hotel (y sin baño) y tras dos días de playa era hora de bañarnos. Decidimos que los baños del fast food iban a servir de ducha improvisada, así que cual homeless nos lavamos la cabeza en los lavamanos y nos cambiamos de ropa.

Cambiamos de barrio esa noche, elegimos una calle diferente en otra parte de la ciudad. Otra vez el sol nos despertó demasiado temprano, desayunamos en una estación de servicio a la salida de la ciudad y seguimos viaje, Los Angeles nos esperaba…

CONTINUARÁ...







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